

LA CLASE
Tema del mes
Rubén Inclán
El principio del placer o la llama crematoria de las llemas de la pésima ortografía razonable
La ortografía no se mide por reglas
Las reglas son un saber de voces.
El Romancero.
Para Cristina Pacheco.
Había cohabitado con mis alumnos de secundaria, los panchitos, la novela El Principio del Placer, lectura que más obligada se había convertido en un responsorio de virtudes y anaqueles de cómo vivir la vida. Eran los años ochentas, conocí a José Emilio Pacheco, en una de esas tantas charlas y conferencias de los lugares más espléndidos de la cultura nacional de la Ciudad de México. Le dije al maestro, mis alumnos aman su libro y quieren ajustar su ortografía, él impávido contestó, no estoy para parabienes quién quiera conocer ortografía que se refiera a la academia de la Lengua Española. O escriba lo que le venga en bien. Le pedí si podía escribirle a su centro de trabajo y de cómo mis alumnos habían sobrepasado sus asuntos ortográficos, leyendo las cartas que Ana Luisa escribía a Jorge, gracias a su libro el Principio del Placer, él sinuoso, me contestó, esta bien vivo en la Condesa número…mándemelos, pero no tantos escritos, usted comprenda estoy lleno de trabajo, allí trataré de ser buen comensal, siempre de modo amable. Semanas después le envié los primeros escritos basados en su libro El Principio del Placer, los intentos nos hicieron esperar, José Emilio, contestó que desbordado en sus semilleroseudoesduntiantes era una profundidad que los alumnos aprendieran ortografía, gracias a su libro, José Emilio no lo había escrito para eso. Hoy a su muerte no se sí los conserva, los que si sé, es que para aprender ortografía los alumnos son siempre prestos e interesables para leer el Principio del Placer, porque aunque, a sabiendas de los que uno ignora, lo importante es aprender ortografía, que es un problema personal así como pensar, la ortografía te quema las manos mientras quemas las letras que quieren decir te quiero, decir improperios que no avalen pseudotipias de saber inviolables. Gracias, José Emilio, por enseñarnos y aprendernos de unas categorías gramaticales, de decirte, hoy la ortografía no quemas las llamas, sino que las llamas de los dedos asume, la quema las de las letras del alma y llamas frontispicio de nuestros dedos. Y tu muerte es la memoria viva de respetar las letras y la lengua viva escribana. Salutación al Principio del Placer. Gracias nuevamente al maestro de los lentes veracruzanos, encontrados por conocerte y apoyar las muletas del lenguaje que casi, todos, a nuestro país, los amamos a cuestas y que en tú embalaje dijiste, respeten las palabras. Gracias nuevamente.
P.D. A propósito ahora lo recuerdo a la muerte de Mosiváis. José Emilio me permito reproducir su texto, que presenté en un homenaje en la unidad 095 del cual, presentamos al maestro como eximio de la cultura nacional. Habría que hacerlo al igual que Monsivaís un homenaje póstumo no creen para José Emilio Pacheco. Ahí va su consideración.
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