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LA CLASE

Tema del mes

Paola Jiménez


Nosotros y los otros

En cada hombre late la posibilidad de ser o, más exactamente, de volver a ser, otro hombre.

Octavio Paz

Octavio Paz en El Laberinto de la Soledad, texto que lo llevaría a llevarse el Nobel en 1990, descifró la identidad mexicana de tajo a través del reconocimiento de eso otro que el mexicano no sabía que era. Sin querer abusar de un patriotismo gastado nos cae en cuenta, entonces, que la patria no es sólo bandera que se empuña a pie de ejército, más bien; esencia capaz de erigir banderas.

No es extraño entonces que México, al ser un país lleno de jóvenes y joven per se, viva constantemente un proceso de auto reconocimiento, al momento de enfrentarse al espejo Lacaniano, en su necesidad de emerger y visualizar al otro para definir una identidad propia todavía tan buscada. Evidentemente este reconocimiento debe pertenecer a la juventud más que a nadie, ya que son ellos quienes viven la etapa de formación más importante en la vida.

Es por esto que, cuando hablemos de ‘los jóvenes’ no podemos dejar de lado el tema educativo; cuando un joven se desenvuelve dentro de un aula, dentro de un libro o hace contacto con una obra de Rembrandt, esto lo convierte inmediatamente en un ser inquieto, exasperado, crítico, mera obra de arte cubista; el joven se fragmenta, como sentenció Lacan, en una serie de partes que busca asociar a su entorno: desconocerse totalmente de los otros, que somos todos, negarse el reconocimiento pues es en esa negación cuando podemos hablar de redención con lo que será finalmente la construcción de un yo propio.

Tristemente se ha asociado de manera usual al otro como mero pretexto de aquello que no nos parece familiar y, por tanto, lo concebimos como algo que tiene derecho de ser despreciable. No es entonces raro que, en una época de globalización tan enervada, problemas de racismo, clasismo, xenofobia, etc. Hayan permeado tan fácilmente entre las calles del mundo moderno. No podemos tampoco por ello, temer a lo desconocido, negar la existencia de un montón de otros y un sinfín de posibilidades, el tema sería suicida; negar al otro es negarse uno mismo. Por ello considero firmemente que la tolerancia y reconocimiento debe llegar desde las aulas, en forma de libros y alas, de Lautrec y Picasso, de Wagner y estaciones de Vivaldí; es esa es la otredad que debemos reconocer: la grandeza de tantos y todos, qué tan grandes podemos llegar a crecer, la otredad no tiene por qué ser ajena; hagámosla nuestra.

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