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LA CLASE

Tema del mes

Carlos Tello Díaz


Volver a la escuela

“Déjenlos aprender”, dice The Economist en el artículo que dedica a una de las consecuencias más lamentables y preocupantes de la pandemia de covid-19. A principios de abril, tras ser declarada la pandemia, el 90 por ciento de los niños en el mundo dejó de ir a la escuela. La generación de niños más grande en la historia fue privada de ir a clases, pues las escuelas fueron cerradas en todo el mundo. Desde entonces, la cifra ha disminuido en un tercio: ahora son 60 por ciento los niños que no asisten a la escuela. Pero varios países anunciaron ya que planean cerrar las escuelas por el resto del año, como Kenia y Filipinas, y parte de Estados Unidos. Los padres están asustados por el covid-19: saben que las escuelas son grandes, que están llenas de niños que no van a observar las reglas del distanciamiento. Pero el costo de no ir a la escuela es enorme. “Los niños aprenden menos y pierden el hábito de aprender”, explica The Economist. “El Zoom es un pésimo sustituto del salón de clases”. Además, los niños que son obligados a permanecer en casa sufren con más facilidad abuso de parte de sus padres, cuya vida laboral, en el caso de los que no tienen dónde dejar a sus hijos, ha sido afectada por la decisión de cerrar las escuelas.

El cierre de las escuelas afecta injustamente a los niños más pobres, que por lo general no tienen una buena conexión, ni un entorno educado, y resienten más las consecuencias del aislamiento. Permanecen en casa, vulnerables, mal alimentados. En los países más pobres, las escuelas son a menudo el lugar donde los niños se alimentan y se inyectan. “Alrededor de 465 millones de niños que tienen ofrecidas clases en línea no pueden hacer uso de ellas porque no tienen conexión por internet. En partes de África y el sur de Asia, la situación es tan desesperada que muchos padres presionan a sus hijos para que abandonen los estudios y encuentren un trabajo”. La organización Save the Children calcula que cerca de 10 millones de niños, en su mayoría niñas, podrían abandonar la escuela en estos meses. La educación es el mejor camino para salir de la pobreza. Negarla a los niños tendrá consecuencias profundas para el resto de su vida.

Los países que reabrieron las escuelas tomaron una serie de decisiones. Entre ellas las siguientes: los maestros más vulnerables permanecen en casa; los salones de clase son más pequeños; los horarios son escalonados para evitar el congestionamiento de gente; las reglas requieren a veces el uso de cubrebocas. Los países que reabrieron las escuelas, sin embargo, lo hicieron tras haber controlado la pandemia, como sucedió en China, Francia o Nueva Zelanda. Eso no ha ocurrido en México. Nuestro país tendrá que bajar la curva de contagios antes de pensar en reabrir. Pero puede ya reabrir, aunque sea por unos días, que es mejor que ninguno. El titular de la SEP dijo hace unos días que las escuelas abrirán “cuando haya semáforo verde” y que abrirán “por estado”. Es correcto, pero insuficiente. ¿Qué pasaría si no hay semáforo verde por el resto del año? Las pérdidas de mantener cerradas las escuelas en los meses por venir, indefinidamente, son catastróficas. No las hemos considerado con la gravedad que se requiere. Debemos contrastarlas con sus beneficios, y asumir un riesgo.

Publicado en el Periódico Milenio

Carlos Tello Díaz
Investigador de la UNAM (Cialc)

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