Armando Zamora Quezada
INTRODUCCIÓN
A lo largo del Desarrollo Civilizatorio, los relojes han sido utilizados en las diferentes culturas en todo el mundo para medir el tiempo. Algunos usaron agua, otros arena, piedras, péndulos o incluso al sol y, aunque ya ha pasado mucho “tiempo” y se han modificado los materiales o instrumentos para medirlo, lo importante es que su medida ha respondido a la necesidad de organización para mejorar distintas áreas de la vida y, por lo visto, la medición del tiempo se ha hecho, sin lugar a dudas, y a pesar de las diversas ideologías, a partir de las leyes físicas que mueven la naturaleza. Pero qué pasaría si existiera un reloj que en lugar de medir el tiempo, permitiera leer la sustentabilidad. La medición se basa en unidades iguales o parámetros exactos, pero la lectura, permite la interpretación de cada signo, cada palabra u oración, tanto para construir, como para encontrar significados particulares en la comprensión de un contexto.
En fin, en este texto, no voy hablar estrictamente del tiempo, sino reflexionar desde un ángulo distinto. El tiempo de una comunidad se puede medir por su existencia, pero la cuestión es si será posible medir en ella la sustentabilidad. Cada cultura y cada civilización tienen un desarrollo único en el tiempo, en el que se configura su vida, estructura y parámetros propios, pero vale la pena preguntar si algunos de estos parámetros pueden ser utilizados para determinar la sustentabilidad en ellas. Tanto en concursos como en programas, públicos y privados, se han emitido convocatorias para inscribir a las comunidades en busca de recursos para sus proyectos, sin embargo, muchas de ellas no cumplen con los requisitos por ser evaluadas con parámetros propios de las convocatorias, donde muchas veces se desconocen las realidades locales. Por lo que surgen preguntas como ¿si la sustentabilidad debe tener niveles para ser medida?, ¿su medición asegura la mejora o su fortalecimiento en las comunidades?, ¿debe haber una forma única de establecer niveles o certificaciones para saber si una comunidad, un pueblo o hasta una escuela es sustentable? No se pretende responder categóricamente estas preguntas, sino abonar con más cuestionamientos que contribuyan a la reflexión. Para ello, retomamos el “Reloj de la Sustentabilidad” de Víctor M. Toledo y Ortiz-Espejel como paraguas para esta reflexión, ya que parte de un acercamiento en la lectura de los avances en la consolidación de proyectos alternativos gestados desde las comunidades, a contracorriente del despojo y explotación por las transnacionales, tanto de la naturaleza como del grueso de la sociedad.
Palabras clave: Educación Ambiental, Intervención Educativa, Geopolítica, Reloj de la Sustentabilidad, Comunalidad.
EL RELOJ QUE PROVOCÓ MI CURIOSIDAD
Cuando conocí la propuesta escrita de Víctor M. Toledo y Ortiz-Espejel sobre el Reloj de la Sustentabilidad 1 pensé que encontraría respuestas a mis preguntas relacionadas con la práctica de la educación ambiental, pero en su lugar, este reloj provocó mi curiosidad, haciendo surgir dos preguntas principales, y muchas más secundarias, que me gustaría compartir con ustedes. Para ello, utilizaré una analogía, porque así me gusta para expresar este tipo de cuestiones. Reflexionaremos haciendo alusión a la lectura del tiempo, por ser la función principal de un reloj.
De manera principal me pregunté qué problemas socioambientales consideraron ellos para concretar la idea del Reloj de la Sustentabilidad. La crisis ambiental se compone de una red de situaciones tan compleja que es difícil enfocar alguna por donde iniciar. Podemos encontrar desde la cuestión educativa hasta la situación de salud. Por ejemplo, te pido recordar la serie de problemas ambientales actuales en el mundo, elijas doce considerando sean los principales y los acomodes en lugar de cada hora del reloj. ¿Cuál pondrías a la 1, cuál a las 2 y cuál a las 3 si el acomodo dependiera del nivel de importancia de los problemas ambientales?, ¿cuál pondrías a las 12, o sea el que abordarías al final del día? Y finalmente, ¿Cuántos relojes necesitarías para poner los otros problemas ambientales?
La segunda pregunta principal es si la sustentabilidad se puede medir y cómo o con qué unidades. Cuestionemos si ¿hoy en día todo se puede medir? Al respecto, me viene un recuerdo de hace unos años, en mi comunidad en el estado de hidalgo, escuchaba muchas veces a los señores del pueblo frases como “antes de que salga el sol”, “antes de que oscurezca”, “no te valla ganar el agua”, “se pasó de agua”, “antes de que pase la luna”, “mañana es luna nueva”, “antes de que floreé la alfalfa”, “hoy habrá buen tiempo”, “la sombra ya va hasta allá”, “que llegue hasta el árbol”, “lo que aguante el caballo”, “échales una brazada” y otras tantas frases que daban cuenta de la importancia de conocer, comprender y saber aplicar la duración de los procesos biogeoquímicos, agropecuarios o incluso astronómicos o de experiencia cotidiana para tomar decisiones sobre las acciones a emprender relacionadas con la medición. ¿Será que actualmente se ha perdido el sentido de la medición o, tal vez sea que la medición nos ha llevado a cambiar el sentido, a cambiar la dirección o incluso a cambiar el objeto de medición?
Me surgieron otras preguntas relacionadas ahora con la cuestión gráfica y funcionalidad del reloj, por ejemplo, cómo habían imaginado, Toledo y Ortíz-Espejel, ese reloj de la sustentabilidad, qué forma y qué colores tendría, para qué serviría; si le habían nombrado reloj porque tendría la misma función de otros relojes y, si es así, qué es lo que realmente se podría medir con ese reloj.
Después de esta lluvia de preguntas y, pasando ahora al nivel de acción después de una primera reflexión, me dispuse a googlear para ver si había alguna propuesta gráfica sobre ese reloj y, efectivamente, encontré dos. La primera, es de una empresa dedicada al sector de la construcción, la cual presenta la idea con doce campos, como la de Toledo y Ortíz-Espejel, pero cambiando los nombres por unos de su ramo para funcionar como idea fuerza para ofrecer un sentido ambiental y equilibrado de sus servicios .2 Este esquema es muy bueno, se ve elegante y con buena producción gráfica pero no tiene manecillas. La segunda propuesta es de una estudiante en un resumen en video del libro México, regiones que caminan hacia la sustentabilidad de Toledo y Ortiz-Espejel.3 Ella retomó la forma de algo parecido a un reloj de pared y en lugar de los números para marcar las horas, puso cada uno de los 12 campos de acción en el orden mencionado en el libro. El esquema también es bueno, pero a diferencia del anterior, tiene dos manecillas.
Al ver estas dos propuestas gráficas, me vinieron más preguntas: ¿por qué uno de estos relojes no tiene manecillas y el otro sí?, ¿tendrán motor o alguna maquinaria o engranes?, ¿qué tipo de pilas o energía utilizarán?, ¿serán de pared o podrán ser de pulso? y, finalmente, si lográramos fabricarlos, ¿su atractivo permitirá que se vendan rápidamente?, digo, de algo se tiene que vivir.
SUSTENTABILIDAD DIVERSIFICADA
Y bueno, si el reloj es para medir ¿para qué tipo de sustentabilidad fue pensado? Con eso de que cada quien la entiende de diferente manera, veamos algunas ideas: sustentabilidad es un proceso de organización socioambiental de la comunidad, en la cual se estructuran de manera horizontal las dimensiones indispensables para satisfacer las necesidades humanas, reconociendo y aprovechando el pasado biocultural y actuando con responsabilidad científica y tecnológica para asegurar el presente y el futuro de la vida de nuestra comunidad (Zamora, 2017). Una segunda idea propone que la sustentabilidad, en palabras de Toledo y Ortiz-Espejel (2014) es un poder social o ciudadano que debe acrecentarse o ensancharse para crear un mundo alternativo. Una tercera y más difundida idea, la sustentabilidad es el desarrollo de las generaciones presentes sin terminarse los recursos y así, las generaciones futuras puedan desarrollarse también satisfaciendo sus propias necesidades. Como estas tres ideas, la sustentabilidad ha recibido una serie de significados y acepciones, que ya es difícil lograr un consenso para definirla. Por ello, más que definirla o cerrarla a una sola idea, ¿qué pasaría si trabajáramos en el sentido de diversificarla, de ampliar aún más los significados? Pero no de manera arbitraria u oficializándola desde un organismo o institución, sino comenzando desde abajo, desde las experiencias de vida a lo largo del país y en otras latitudes.
El Reloj de la Sustentabilidad se formuló explorando y sistematizando las actividades de los proyectos en comunidades, principalmente rurales o indígenas, quienes sin darse cuenta, por ser su forma de vida y, sin saber a ciencia cierta que lo que hacen se llama sustentabilidad, están creciendo y fortaleciendo su comunalidad.
Particularmente, considero que podemos hablar de una lógica de sustentabilidad diversificada. Es decir, si en lugar de unificar, diversificáramos la concepción de la sustentabilidad, seguramente encontraríamos otras oportunidades, otros caminos para el ambientalismo. Esto significa que cada comunidad debe tejer, entretejer, construir o modificar su propia sustentabilidad, estableciendo sus propios límites, máximos hacia la mejora y mínimos de subsistencia, basados en el seguimiento comunitario, donde las decisiones sobre la materia y energía del entorno próximo se tomen por las mayorías. Cabe resaltar que esta forma de organización no es fácil, pero en algunas comunidades ha sido una forma alternativa para defender el territorio y sus recursos de los abusos del poder político y económico.
EL RELOJ DE LA SUSTENTABILIDAD
De manera general, en lugar de horas como un reloj normal, el Reloj de la Sustentabilidad tiene doce campos de acción que corresponden a una dimensión diferente, pero necesaria. Estas dimensiones nos permiten afirmar que la sustentabilidad de una comunidad requiere diversificación más que unificación. Cada campo de acción fue identificado en una comunidad y, aunque hay comunidades que pueden tener más de uno o ninguno, su cantidad no determina el grado de construcción de la sustentabilidad porque cada campo de acción corresponde a un cumulo de experiencias que caracterizan a ciertas comunidades emblemáticas en diferentes zonas del país.
Es importante subrayar que la sustentabilidad en una lógica no Neoliberal, como dije anteriormente, no requiere niveles de desempeño, certificaciones o alcanzar cierto estatus o categoría para establecerse. Esta propuesta del Reloj resalta de otras que conozco porque rescata, en varias comunidades, la existencia de mucho trabajo y proyectos ambientales con características muy particulares, que corresponden a su realidad y necesidades, donde las decisiones se toman por procesos horizontales, por ejemplo, en asambleas considerando a las mayorías, donde prevalece el bien común sobre el interés particular en el aprovechamiento del recurso que en su región o localidad existe. Desde esta perspectiva, un campo de acción no es un nivel de desempeño o una unidad de medida de la sustentabilidad, sino representa el camino encontrado por una comunidad para aprovechar la energía primaria de su entorno en la satisfacción de sus necesidades humanas.
¿SABES CUÁL ES LA ENERGÍA PRIMARIA EN EL MUNDO INDÍGENA?
Sobre este último punto, debo hacer un paréntesis, y retomar el concepto de la energía primaria. Desde que recuerdo, en la escuela nos han manejado a la energía primaria del planeta como el sol y de ahí se desprenden las otras energías. Y aunque estoy de acuerdo con esa versión desde el punto de vista de la ciencia en lo global, en lo local ocurre algo distinto. En las comunidades indígenas el sol se aprecia desde otras miradas y con mucha más cercanía a pasar de la distancia de separación con la tierra.
En el mundo de las comunidades indígenas, la energía primaria es otra, es aquella que permite la subsistencia de la gente. Es una energía cambiante dependiendo de cada comunidad y su geopolítica. Esta energía al trabajarse en comunalidad genera el empoderamiento de su gente y procesos autogestivos muy interesantes. Esa energía es la fuerza de la unidad, que al trabajar por el bien común, permite aprovechar los procesos o materiales existentes en el entorno próximo. Como dice Lucie Sauvé, la naturaleza no es solamente un recurso para explotar, más bien es parte de la vida de las personas, de su identidad, cultura y cosmovisión.
Retomando el reloj de la sustentabilidad, los doce campos propuestos son donde la fuerza de la unidad tiene su espacio de acción. No se trata sólo de utilizar la naturaleza, como el agua para los balnearios o los paisajes para el ecoturismo, sino de la visión trabajada para su aprovechamiento. Tampoco una misma comunidad debe tener activos los doce campos al mismo tiempo para considerarse sustentable. Lo importante es que las comunidades inicien con el proceso y cada una, con sus propios medios y a su propio ritmo, avance en la construcción de su sustentabilidad.
En otras palabras, cada comunidad debe construir su propio proceso de sustentabilidad, su propio tiempo, por ello se considera que la sustentabilidad no es lo que unos cuantos creen que es, sino lo que cada comunidad necesita que sea. Lo que cada comunidad construye en el tiempo no se puede medir con un solo instrumento o categoría, porque la realidad está compuesta de muchos tiempos, tantos como comunidades existen alrededor del mundo. ¿Quién dijo que una certificación mejora la sustentabilidad?
EL RELOJ DE LA SUSTENTABILIDAD EN LA ESCUELA
Después de conocer la teoría del Reloj de la Sustentabilidad y encontrar los dos esquemas gráficos en internet, siguieron las preguntas: ¿cómo debería ser ese reloj para ser trasladado a las escuelas y permitir la siembra de la sustentabilidad? En mi experiencia, una de las ventajas del programa Escuela Verde de CECADESU (hace aproximadamente 10 años), fue que permitió a las escuelas con proyectos ambientales un ejercicio de sistematización de sus acciones, pero al mismo tiempo, su desventaja más grande fue que “certificó” a las escuelas que lograran sistematizar el trabajo ambiental que realizaban.
El certificado se entregó a las mejores escuelas, pero fueron las que ya tenían un camino avanzado en lo ambiental. La estrategia no incentivó a quien más lo necesitaba, o sea a quienes no tienen o es muy insipiente su trabajo en esta área. Los resultados para las escuelas “Lideres Ambientales” eran de esperarse, pues llevaban años con sus proyectos, pero las otras no han podido incorporar esta dimensión ambiental como parte de su gestión escolar. Lo que significó, retomando la analogía, que el certificado “Escuela Verde” fuera la entrega de un reloj de la sustentabilidad nuevo, que ya tenía las horas y los ritmos marcados, al que las escuelas tenían que ajustarse para seguir el tiempo de la tendencia “verde” y ser reconocidas, dejando de lado a las que utilizan relojes artesanales, de otras marcas o que miden sus tiempos con parámetros distintos.
Por ello, me parece necesario reflexionar sobre la medida de la sustentabilidad, porque en las escuelas, más que medirla, es urgente cultivarla. Son necesarias orientaciones sobre cómo iniciarla, cómo sembrarla, qué tipo de proyecto podemos emprender que no sea un “bomberazo” para cumplir con las entregas solicitadas por las autoridades educativas, sino ser un proyecto que pueda crecer, con un sentido, primero, para al aprendizaje de los educandos, pero también para la comunidad educativa en general. Que permita gestionar los medios (económicos, materiales, humanos) entrantes y salientes de las escuelas en un ejercicio de autogestión. No para separarse de las reglas de operación oficiales, sino para hacer más pertinente su manejo y superar los obstáculos locales y encontrados lejos de la consideración de la autoridad educativa.
CONSTRUYENDO JUNTOS EL RELOJ DE LA SUSTENTABILIDAD
En fin, si como educadores ambientales pudiéramos darle un instrumento, un reloj a estas escuelas o comunidades para que comiencen con el cultivo, lectura y construcción de su propia sustentabilidad ¿qué reloj les ofreceríamos? Sin duda, no les daríamos un reloj nuevo, más bien les ofreceríamos, metafóricamente, las piezas para armar su propio reloj.
Hace unos días, encontré una publicación en Facebook, donde se mostraba una comida posteada como “así se come en el rancho”. Efectivamente, era un platillo con tortillas de comal, una salsa de molcajete, frijoles de la olla y servida a un costado del fogón. Se pedía que del 1 al 100, calificarás esa comida. Como era de esperarse, la mayoría puso 100. Yo preferí no calificarla y mejor comenté que efectivamente, ese momento mostrado, donde la comida ya está preparada y servida para comerse era el 100, pero lo que pocos saben es que, la gente que realmente come y vive así, lo que disfruta y prefiere es lo que se vive del 0 al 99. Pocos hablan de ello, el olor de la tierra, la frescura de la mañana campesina o el cansancio del cuerpo, que es una de las características que hacen que ese 100 de la comida valga la pena. Y lo mismo ocurre en los proyectos. Pocos hablan de las dificultades que implica iniciar un proyecto ambiental o de cualquier índole, del cansancio que representa, no sólo físico sino también mental, de las trabas encontradas en el camino, de la falta de tiempo, orientación y formación para trabajo de proyectos, de la falta de descarga académica para la sistematización e investigación escolar y científica en educación básica o en otros niveles. Las autoridades educativas prefieren disfrutar el 100 de los proyectos, cuando algún profesor o profesora y su equipo de alumnos y alumnas logran atinarle a un premio, pero pocos se enfocan en el trabajo del 0 al 99.
1.- ENERGÍA PRIMARIA: La primera parte de un reloj
Es ahí donde entra nuestro reloj desarmado. Es necesario decirles a las comunidades educativas que lo primero en la construcción de la sustentabilidad es el diagnóstico para encontrar cuál es la energía primaria que activará el proceso de sustentabilidad escolar.
Para ahondar en la explicación de la energía primaria, recuerdo que en Tlacotlapilco, Hidalgo, existen balnearios que aprovechan de la naturaleza el agua que emana de la tierra para el ecoturismo. Yo pensé que la energía primaria que movía su reloj de la sustentabilidad era esa agua, sin embargo, lo comparé con otros balnearios del mismo estado y resulta que lo que hace a esa comunidad sustentable no es el hecho de tener agua para el balneario, sino la manera en que la gente de la comunidad está organizada para aprovechar y, sobre todo, defender su territorio y la naturaleza de su entorno.
Entonces les pregunto, ¿cuál será la energía primaria en las escuelas?, sobre todo en las escuelas de las grandes ciudades donde la matrícula es mayor. Como un caso diferente a lo rural e indígena, la escuela en que laboro se encuentra en la CDMX, un entorno urbanizado que no tiene agua para balnearios, de hecho el agua nos llega por tandeo, pero bueno, lo que quiero decir es que, después de 10 años, estamos encontrando que la energía primaria que tenemos es la fuerza de las personas.
Efectivamente, las ciudades lo que más tienen son personas, por ello muchas de ellas son explotadas con demasiadas horas de trabajo a un sueldo muy bajo. Esta fuerza es la que debemos reconocer para defender y aprovechar. No nos hemos dado cuenta de que al haber millones de personas en la ciudad, la fuerza es inmensa y si eso no lo aprovechamos en las escuelas, dudo que los cambios proliferen.
2.- EL ENGRANAJE Y LA MAQUINARIA
Aparte de la energía, el reloj de la sustentabilidad requiere de una maquinaria para funcionar. El sistema se compone de engranes y cada engrane está representado por los actores de la comunidad, en este caso educativa. Hay engranes que provocan grandes acciones, otros de mediano alcance y unos de pequeñas actividades. No importa el tamaño, ni su cantidad o diversidad, lo importante es que cada uno haga su parte en la común-unidad para que el engranaje propicie el buen funcionamiento del ecosistema socioeducativo y ambiental.
3.- LAS MANECILLAS
Los cambios en esta lógica también están en las manecillas del reloj, porque no sólo es cambiarlas de posición sino también dotarlas de nuevo sentido. La sociedad piensa que la naturaleza debe girar en torno a las personas para satisfacer sus necesidades, cuando en realidad las personas somos quienes debemos girar en torno a la naturaleza para encontrar rutas de corresponsabilidad como alternativa de acción. Dejar de tener a la persona en el centro de todo es el reto más grande actualmente.
En este sentido, nos acostumbramos a ver que las manecillas del reloj se mueven para permitirnos medir el momento del día en el que estamos y, desafortunadamente, dejamos de ver que en realidad el tiempo se mide por procesos astronómicos. Parece sencillo y sin importancia, pero el reloj convencional es una idea o un invento apoyado en una idea antropocéntrica, que, incluso, al llevar el tiempo a la muñeca de nuestras manos, nos impide ver su esencia y finalidad. Recuperar su importancia, por tanto, implica que el cambio de dirección de las manecillas del reloj nos lleve a quitar del centro al ser humano como objeto vivo y poner en su lugar su red de relaciones ambientales que, además de ser el objeto de estudio de la EA, es el entramado de la vida en sociedad.
Así, cada campo de acción, cada hora, tiene su propio engranaje. Pero inicia con los engranes familiares y, la experiencia cotidiana va sumando nuevos engranes con los que se va modificando y construyendo la idea práctica del tiempo, la idea de la vida. Esto quiere decir que la vida es más la suma de los engranes descubiertos en la experiencia cotidiana y que el tiempo es más que el propio reloj como instrumento de medida.
Afortunadamente el tiempo es relativo, lo que nos permite iniciar en el momento justo, ni antes ni después. En este sentido, podríamos decir que la naturaleza nos enseña muy a menudo que también es relativa, por ejemplo con la pandemia. Seguramente si este tiempo de confinamiento por la pandemia de COVID 19 hubiera existido cuando Toledo y Ortiz-Espejel pensaron este reloj de la sustentabilidad, hubieran coincidido conmigo en que la naturaleza no se mide en ciclos escolares, en horas trabajadas ni en ciclos económicos. Esto porque que la naturaleza hace toda una integración, engranaje, de materia, energías y sucesos que obedecen más que a tiempos, a procesos encadenados e interdependientes, organizando tanto sus pérdidas como sus ganancias para el bien del entramado llamado biodiversidad.
La naturaleza nos lo recuerda de diversas formas, por ejemplo, el confinamiento obedeció al tiempo de incubación del virus y la expresión de los síntomas en el cuerpo humano, no a meses sin intereses, pago de anualidades, quincenas, pagos chiquitos o abonos. La naturaleza nos recuerda que cada entidad biótica o abiótica cumple su propio ritmo de acuerdo al procesamiento de las entradas o salidas de materia y energía que su capacidad de carga le permite.
En conclusión, hay muchas más partes, de las mencionadas aquí, que le daríamos a una comunidad para armar su propio Reloj de la Sustentabilidad, pero le toca a cada comunidad escolar o social decidir cuáles serán aquellos accesorios, aquellas partes esenciales que les permitirán leer su entorno para construir su propia sustentabilidad, su propio tiempo.
NOTAS
1. En este texto no describiré su propuesta teórica detalladamente, más bien el propósito es reflexionar sobre una forma en que creemos se puede hacer llegar su propuesta del reloj a las escuelas y así incentivar la génesis o fortalecimiento de su sustentabilidad. Para conocer la propuesta completa puede revisar el Libro “México, regiones que caminan hacia la sustentabilidad. Una geopolítica de las resistencias bioculturales” de Víctor M. Toledo y Benjamín Ortiz-Espejel. Universidad Iberoamericana Puebla. Primera edición, México, 2014.
2. Para mayor referencia visitar http://www.plataformaurbana.cl/archive/2014/12/24/revitalizacion-urbana-iniciativa-integral-cochabamba-2020/reloj-de-la-sustentabilidad-marko-quiroga/
3. Para mayor referencia visitar https://www.youtube.com/watch?v=DDTCv-ur0Go
Armando Zamora Quezada
Educador Ambiental ( Maestría UPN/095) y profesor de Ciencias en Educación Básica, CDMX
ambiental en la Zona Metropolitana de Ciudad de México.