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Deserciones


Alfredo Villegas Ortega


Presentación del libro “Un día en la vida. Andanzas y sueños desde el barrio”, en la Escuela Normal Superior de México.

La lectura siempre será la fuente principal de la que mana la sabiduría. Pero no solo eso, la lectura es la fuente por la que transitan los sueños, la imaginación. Con las letras de otro, el lector aprende, cuestiona el propio texto o lo transforma y lo hace suyo.

La narrativa a través de cuentos y crónicas o relatos, puede ser una ventana para el lector no avezado que intenta leer y quiere tener ante sus ojos y su mente algo de fácil digestión, aunque no necesariamente carente de estilo. Crónicas y cuentos contados desde la cotidianidad de la vida. Historias pequeñas, fragmentos de vida que se combinan con la imaginación, la ficción, el sueño.

El pasado 26 de abril, presentamos en la Escuela Normal Superior de México el libro. Un día en la vida. Andanzas y sueños desde el barrio. Las participaciones en la presentación del texto, estuvieron a cargo de Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán, Joel Ortega Juárez y Armando Meixueiro Hernández, personajes de la academia, la cultura y la educación en México.
Los tres disertaron con erudición pero, sobre todo, con soltura, calidez y entusiasmo. Su participación fue tan notable que lograron conectar con una audiencia de estudiantes normalistas, ex alumnos de la Normal Superior, alumnos de la Universidad Pedagógica, maestros de la institución y demás asistentes.

En primer término, la gente escuchó con atención la lectura puntual y con la entonación precisa de Armando Meixueiro, quien leyó partes del texto. Armando sería un magnifico cuenta cuentos ante audiencias infantiles, eso creo. Eso lo intuyo por su gran capacidad para cautivar adultos, e los auditorios y en las aulas, como el excelente profesor universitario que es, por su pasión al leer, al contar, al aproximar e invitar la gente a que lea un texto, en este caso, a que lea Un día en la vida…A través de la lectura de Armando, la gente conoció algunos de los temores del autor cuando niño en la primaria y cómo pudo enfrenarlos; algunas de sus andanzas locas con sus cuates de barrio en un estadio de futbol americano. La salsa de los relatos, los registró y potenció Meixueiro con sus dotes lectoras.

Siguió Rafael Tonatiuh, quien disertó acerca de la importancia que tiene el respeto y el reconocimiento al trabajo de los compañeros maestros. Esto es, habló de un personaje concreto, el profesor Alfonso Ahumada, que aparece en un relato del libro. Habló de ese culto profesor de primaria cuya erudición y sabiduría compartía con un entonces joven maestro, Alfredo Villegas, quien aprendía de él más de lo que había aprendido en clases formales. Rafael Tonatiuh, aprovechó este relato para introducir esa actitud que pocos tienen. Porque vivimos un mundo marcado por la competencia, el rendimiento y el egoísmo. Y ese lastre hay que combatirlo. Un maestro debe compartir su sapiencia con sus compañeros, con sus pares, para que los beneficios se desplieguen en favor de los estudiantes. Ello, sin demérito alguno de los grandes profesores que enseñaron a Alfredo mientras fue estudiante, y cuyo legado preserva: Ema Godoy, Concepción López Rangel, Margarita del Olmo, Enrique Ávila, José Armando Estrada Parra. También habló de las pasiones del autor del libro por la familia, el futbol americano y la música, particularmente por el rock. El auditorio pudo conocer un poco más quién era el autor de estás narraciones. Un maestro, pero antes que nada un ser humano que vive la vida con todos sus bemoles.

Continuó Joel Ortega Juárez, quien con su característica ironía cautivó al público, a quien llevaba de la risa a la reflexión. Joel, conectó al público con partes del texto y logró hacer analogías con personajes y épocas de la historia, aparentemente lejanas al alcance del texto, pero nunca perdió el hilo conductor: hablar de las vivencias y sueños expresados en el texto que van de la afición por el rock a las incursiones eróticas, de barrio, magisteriales y de diferente índole que conforman Un día en la vida… hasta se dio tiempo para ironizar con las aficiones roqueras de un servidor, provocando la risa de los asistentes.

Me tocó cerrar. Expliqué un poco los motivos y la historia del texto. Agradecí el apoyo real en la construcción de mis sueños a los tres participantes, y reiteré mi convicción y lucha por la defensa del normalismo.

Participaron dos maestros asistentes. Uno de ellos, José Cardoza habló de ver el evento como una provocación a leer y a escribir. Invitó a los jóvenes a hacerlo. Siguió el Maestro Flavio Guijarro quien reconoció la importancia de estos eventos e instó a los jóvenes y maestros a defender el normalismo y la cultura.

Rescato de mi participación la invitación a los jóvenes a que lean para que incrementen su léxico y sus posibilidades para ordenar sus ideas. Que no esperen tanto como yo para producir un texto. Vencer el miedo y lanzarlo. Que la lectura es el puente a la escritura y que ésta requiere de dedicación, ejercicio, apego. Que así como aprendemos a bailar bailando y así como fortalecemos los músculos con el ejercicio, así, también, la escritura se mejora con el ejercicio constante.

En síntesis, una gran presentación tanto por la calidad de los tres presentadores, como por la respuesta de los estudiantes que abarrotaron el auditorio José Sánchez Sandoval. La sensación que queda es la de un normalismo vivo que requiere más eventos como éste, no tanto por la calidad o no del texto, sino por la posibilidad de vivir juntos, una experiencia que sacude los cimientos institucionales frecuentemente acartonados y burocráticos. No es “el evento”. No es inédito, pero vaya que hace falta congregar a los estudiantes más seguidos; brindarles cultura y esparcimiento. De eso, estoy convencido, también trata la educación.

Alfredo Villegas Ortega
Maestro en Educación por la Universidad Pedagógica Nacional y Académico de la Escuela Normal Superior de México.

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