Nadia González Dávila
Esta mañana leí una crítica a los ahora llamados vagones rosas, o autobuses rosas, del sistema de transporte colectivo en la CDMX, diciendo que son segregacionistas. Proponiendo que lo que hay que hacer es sancionar a los gandallas y educar a la gente, eso decía la crítica en términos generales. Yo respondí (agregando cosas ahora mismo), lo siguiente: “¿Sancionar a los gandallas? O sea, ¿hay que dejar al azar, sin disminuir, la posibilidad de que te ataquen, para entonces sancionarlos? Los ataques a la integridad psico-corporal no se reparan solo sancionando/metiendo al agresor a la cárcel. La huella del daño queda en la persona agredida y le afecta, a veces, de irreparables maneras; puede ser que de por vida. Los vagones llamados rosas, para muchas de nosotras, desde hace años, han resultado un espacio de cierta seguridad/tranquilidad en un entorno general de inseguridad y acoso. De otro modo, no los usaríamos. No es a fuerzas que tienes que subirte a ellos, no es segregación, es una opción a elegir… y si tantas los elegimos, es por algo. El problema de la mentalidad/carencia de educación en el respeto al otro, que conlleva a las personas (la mayoría hombres) a pensar que tienen el derecho de transgredir el cuerpo de mujeres, niños, ancianos, y a otros hombres… o sea de ejercer poder y violencia sobre todos aquellos que consideran objetos de transgresión; no se resuelve por decreto presidencial. Tampoco la corrupción generalizada. Resolver la violencia intra-y extra familiar ejercida por hombres y mujeres; resolver, por ejemplo, la violencia que genera la cultura del machismo, es una problemática multi-factorial, y no es asunto de corto plazo. Modificar una mentalidad tan arraigada (y como consecuencia, sus conductas derivadas) puede tomar varias generaciones. Nadie, nunca, ha dejado de delinquir si quiere delinquir, sean cuales fueren las sanciones. La pena de muerte no ha disminuido el número de asesinatos. La educación, el fortalecimiento del tejido social, las oportunidades reales, no asistenciales, de justicia económica, entre otras medidas cautelares, sí. Entiendo que estos vagones solo son remedios paliativos, no resuelven el problema de fondo, pero permiten, ya te dije, ahora mismo, no en un futuro utópico, viajar con cierta tranquilidad. Muchas mujeres lamentaríamos que nos quitaran esa opción. Mientras tanto, trabajamos en cambiar mentalidades, aunque tal vez no veremos los frutos de esa labor en esta generación. Ahora, que un mal político capitalice la media y se lleve esa agua para su molino, eso es una desgracia, ahí sí le doy el punto a la crítica.”
Nadia González Dávila