Gloria De la Garza Solis
Cuando iniciaba mis estudios universitarios, me enteré que había emergido una nueva carrera: Licenciatura en administración del tiempo libre. Algunos pensaron que ese título era una broma, pero muy pronto quedó claro que ocuparse del tiempo libre de otros podía ser un modus vivendi. Actualmente, una importante universidad privada ofrece la Licenciatura en gestión y administración de empresas de entretenimiento. No hay duda de que la diversión abre oportunidades a negocios lucrativos. Ya se ha disertado sobre la enajenación del trabajo en la lógica del capitalismo y se puede afirmar que también consigue enajenar el tiempo libre, mediante la influencia de los medios de comunicación masiva que inducen a seguir un estilo de vida consumista basado en modas efímeras, en productos de usa y desecha, en gustos y comportamientos de brevísima duración que no trascienden la utilidad y el placer inmediatos. Sin embargo, no es un asunto que pueda tomarse a la ligera, porque el tiempo libre es un componente fundamental del desarrollo humano.
El ocio fue motivo de reflexión entre los filósofos de la antigüedad clásica: los hedonistas identificaron el bien con el placer y sostuvieron que era el fundamento de la moral. Epicuro también consideró que el sentido de la vida estaba en el logro de la felicidad, a partir del cultivo de placeres espirituales como la amistad y el goce intelectual. Los judíos establecieron la observancia del Sabath, pues se atribuye a Dios el establecimiento de un día de descanso, en que los seres humanos deben estar en consonancia con el creador, con la naturaleza y con su propia alma, exentos de las obligaciones de la rutina cotidiana. En la doctrina cristiana ese significado religioso se trasladó al domingo, conmemorativo de la resurrección de Cristo y de la creación de la luz. El ocio y el asueto, entonces, no son sólo espacio y tiempo de descanso, sino de iluminación, de resurgimiento, de revitalización. El tiempo libre es tan importante en la formación de la persona, como el estudio y el trabajo.
Desde el Renacimiento y la Ilustración, el cultivo y disfrute de las artes “refinadas” ha correspondido a los mecenas con poder y riqueza, pero también la gente más modesta ha inventado formas de gozar del poco tiempo libre que deja el extenuante trajín cotidiano en fiestas populares, en las cuales el esparcimiento se realiza con música, bailes, cantos, juegos, platillos más elaborados que los ordinarios, etc. Lo más colorido y rico del folklore está asociado con frecuencia a la celebración, a lo lúdico, a lo creativo. Los carnavales en diversas partes del mundo son ejemplos interesantes de la exaltación del júbilo por el tiempo libre dedicado al placer y a la diversión, así mismo, son ocasiones de expresión de gran creatividad.
El tipo de actividades en que la gente suele ocupar el tiempo libre, sirve como indicador del nivel educativo y cultural de un pueblo. En China, por ejemplo, el circo tiene una tradición importante, por la cual son reconocidos en todo el mundo muchos de los acróbatas de ese país. Algo similar ha ocurrido en Inglaterra, Rusia y Francia, donde el espectáculo circense también ha llegado a convertirse en un arte rico y complejo. En algunos países, de la práctica cotidiana de ciertos deportes como simple esparcimiento, surgen figuras de alto rendimiento que logran éxito en competencias internacionales.
Es precisamente el ejercicio de la libertad lo que le permite al ser humano realizar sus anhelos, su proyecto de vida, su potencial interior. Quizá lo más significativo en la formación del carácter es la manera cómo se emplea el tiempo libre, cuando se puede realmente elegir autónomamente como aprovecharlo. El tiempo libre es o debería ser un derecho inalienable como la dignidad, el respeto, el sustento, la salud, la igualdad, en fin, la vida misma, porque en la elección de cómo queremos gozar nuestra existencia, está una parte importante de nuestra evolución: homo habilis, homo sapiens, homo ludens. Como especie, no actuamos solamente movidos por el instinto de sobrevivencia, sino que hemos aprendido a modificar el ambiente con el trabajo, pensamos sobre el mundo y en el mundo, tenemos conciencia de nuestra finitud y por ello sentimos la necesidad de disfrutar la vida: la noción de tiempo libre, de esparcimiento, está en la base de nuestra esencia humana.
El tiempo libre es formativo. Pensemos, por ejemplo, qué aprenden los niños cuando conviven en el recreo con sus amigos, más allá de las tareas escolares. En los juegos colectivos aprenden espontáneamente a seguir reglas, a ser tolerantes e incluyentes, prueban sus destrezas, desarrollan tolerancia a la frustración, enfrentan sus miedos, etc. Lo mismo puede decirse de los juegos de mesa en una reunión familiar. La personalidad de los participantes se manifiesta claramente en esas ocasiones: el que no sabe perder, el conciliador, el que quiere ser siempre simpático, el líder, el astuto que intenta ganar con trampas, etc. Muchas de las virtudes y vicios del alma humana quedan al descubierto en el ocio y el esparcimiento.
Salir de vacaciones a la playa, al campo, a la montaña, al bosque, es un acercamiento a la naturaleza, a descubrir geografías distintas, plantas y animales nuevos. Me acuerdo aún de la maravilla que experimentamos mis hermanos y yo al encontrar un gran cangrejo anaranjado cerca de la alberca de un hotel en Veracruz o un enorme sapo verdinegro y rugoso escondido bajo la cama en la habitación. ¿Quién no gozó el placer inocuo de recoger conchitas y caracoles a la orilla del mar o de construir un castillo de arena, aun sabiendo que las olas se lo llevarían?
Visitar museos despierta la curiosidad por la ciencia, por las artes plásticas; una obra de teatro, un ballet, una película, constituyen ventanas a realidades distintas a la propia. Yo recuerdo gratamente haber entendido el dilema de Galileo, con un espectáculo teatral de artistas aficionados, titulado “Y sin embargo se mueve” cuando paseaba en mi niñez por un parque de diversiones público con mi familia.
Pasear en bicicleta, practicar un juego de pelota, brincar a la reata o al resorte, unirse a un club de baile, reunirse con un grupo de personas para hacer yoga, tai-chi, pilates, etc, permite ejercitar el cuerpo, liberar tensiones, divertirse o relajarse. Correr, caminar con una mascota o meditar ayudan a entrar en contacto con uno mismo, incluso a aclarar el pensamiento.
Curiosear por un mercado de artesanías o de antigüedades, probar platillos nuevos en mercados de comida o restaurantes, mirar a un mimo, un titiritero, un payaso o un mago callejero; leer un buen libro en una banca bajo un árbol o saborear un helado mientras se mira a los paseantes en un parque, escuchar música compartiendo los audífonos con un amigo, tocar una guitarra y cantar alrededor de una fogata en una playa o un día de campo, conversar con amigos tomando un café, un té o una copa de vino: todas son actividades gratificantes que nos permiten recargar energía para los retos cotidianos.
Incluso la televisión, los video-juegos y los dispositivos electrónicos ofrecen posibilidades de empleo rico del tiempo libre, si los niños o adolescentes los utilizan con mesura, supervisados por sus padres o ¿por qué no? , compartiéndolos para el disfrute conjunto. No se trata de decir al hijo: “no veas tanta televisión”, “no estés pegado a la computadora”, “apaga el celular, el iPhone”. Más bien hay que proponer actividades que puedan hacer juntos: escuchar a un cuenta-cuentos en una biblioteca o una librería, retarse en un juego de destreza de los que se proyectan en una televisión o una tableta electrónica. Los padres deben mostrar abanicos de oportunidades para pasar el tiempo libre, de manera que se forme en los niños y jóvenes el criterio para elegir.
El tiempo libre es nuestro derecho, pero también nuestra responsabilidad. No podemos permitir que nos lo enajenen. Es obligación del Estado multiplicar, ampliar y mejorar continuamente las oportunidades para que la población pueda disfrutar el tiempo libre de manera enriquecedora, pero es también nuestra opción ciudadana demandar y aprovechar las actividades culturales y recreativas disponibles gracias a diversas políticas públicas. No debemos someter el tiempo libre a prácticas consumistas, que nos llevan a gastar y comprar productos que aportan muy poco al crecimiento personal. Debemos elegir críticamente en qué deseamos invertir nuestro tiempo para el esparcimiento, el placer, la alegría y la relajación, así como intentamos realizarnos en el trabajo o la carrera profesional. La vida finalmente es sólo eso: tiempo que pasamos en solitario o compartido con otros, en este mundo.
Gloria De la Garza Solis
Pedagoga, profesora formadora de docentes y maestra de italiano
Entre los griegos el ocio era privilegio de la clase eupátrida, aunque sus protagonistas vivían de los neg ocios, que eran trabajo de sus metecos: comerciantes, navegantes, gerentes de latifundios y del trabajo manual de los ilotas, sus esclavos. Ocio:libertad para la vida política, la religión,los placeres de la anfitrionía, de el consumo de las obras artísticas arquitectónicas, escultóricas, artesanales, vestuario y por supuesto del del erotismo ¡ah! y también de una aristocrática paideia con una , hoy clásica tabla de valores,instalaciones para su cultivo, instructores,profesores, fabulistas, artistas y hasta filósofos, pero sobre todo con ocio con tiempo libre del trabajo productivo y con el dominio individual en provecho de sus descendientes; en fin el ocio, privilegio de los dueños del poder.Los atenienses extendieron tanto el ocio que liquidaron sus instituciones políticas, su esplendor no duró mucho, fueron derrotados en las guerras contra otras ciudades estados griegas, luego Filipo y Alejandro de Macedonia engulleron a toda Grecia en su imperio, No se si para construir un imperio hay que tener tiempo libre o ser eso una gozosa manera de emplear ese ocio, ese tiempo libre, ese privilegio.De joven creía que también eso era trabajo, hoy veo que los dominadores del mundo gozan de lo enorme de su poder y quieren mas, en eso se gastan su tiempo libre, mientras…los hambrientos africanos mueren consumiendo el tiempo libre que no pueden ocupar, pues no hay trabajo para ellos y los niños pobres de América emigran en tiempo libre en busca de ocuparlo.
Estimado profesor: Gracias por la información sobre la forma de concebir el ocio en la Grecia Antigua. Me parece que aún ahora la cantidad disponible de tiempo libre y la calidad de las actividades para disfrutarlo está ligada al dinero y el poder. A pesar de esta lógica mercantilista, me parece que puede y debe ejercerse la autodeterminación sobre cómo aprovechar el tiempo libre y deben demandarse políticas públicas que faciliten opciones para que la población cuente con la libertad y los recursos para elegir cómo hacer del ocio una experiencia enriquecedora y gozosa. Insisto en que el tiempo libre es un derecho ciudadano, pero también una responsabilidad personal.