Fernando Barragán Acevedo
Hablar de las repercusiones de la televisión puede ser un poco repetitivo. Lo que quiero hacer aquí es un brevísimo resumen de lo que podrían ser las tres más grandes repercusiones que ha tenido la televisión a nivel cognitivo y emocional en la sociedad actual.
Lo primero que debe reflexionarse es el tema de la globalización. Marshall McLuhan lo había dicho ya en 1964: la aldea global. Se refería a la ruptura de las fronteras entre países y culturas con repercusiones económicas (consumismo y producción) y sociales. Si ya desde entonces se veía venir eso, cuánto más en pleno siglo XXI, cuando la televisión es sólo una pequeña parte de esa globalización tan evidente con la que se tiene contacto todos los días. Por lo cual, se puede afirmar que esas repercusiones se han acentuado, dado que el uso del medio también ha aumentado.
Algunos autores han defendido sus tesis tratando de reprobar considerablemente a la televisión: Raffaele Simone, Giovanni Sartori, Marshall McLuhan, entre otros.
Simone, al hablar de los dos tipos de inteligencia, la secuencial y la simultánea, deja bien claro que la inteligencia simultánea está por debajo de la secuencial. Esta inteligencia secuencial exige un mayor esfuerzo de la mente pues debe crear sus propias imágenes. La inteligencia simultánea lo único que hace es asimilar las imágenes que se le ofrecen y darles continuidad con la memoria a corto plazo, pero no más.
Por lo tanto, la primera repercusión de la que se puede hablar es de este cambio de una inteligencia secuencial a una inteligencia simultánea. Se pasó de usar el oído, la vista y la imaginación a utilizar nada más la vista y el oído, privando al hombre de la oportunidad de crear sus propias imágenes al estar escuchando o leyendo algo. La persona ya no ve lo que decide, sino lo que otro decide que vea… Es una afirmación fuerte, pero se está tratando de radicalizar la realidad para poder resaltar el punto deseado.
En un estudio realizado en el 2011 por Salvador Peiró i Grègori y Gladys Merma Molina se afirma que los alumnos que ven durante más horas la televisión cuentan con menor rendimiento académico. Ahí está otra de las repercusiones.
Es imposible imaginar una sociedad del siglo XXI que no vea la televisión (aquí se incluye el cine, las series, caricaturas, etc, aunque sea por medio del internet y ya no tanto mediante la televisión). Sí, es imposible. Pero imaginando algo parecido hipotéticamente… ¿Cómo sería esa sociedad? ¿Qué tipo de niños habría? ¿Qué capacidad intelectual tendríamos como sociedad? ¿Cambiaríamos mucho en nuestra forma de vida?
Es una postura muy personal, pero creo que sí, cambiaríamos mucho como sociedad. No puedo decir que volveríamos a lo que éramos en los años veinte, porque el avance intelectual y tecnológico no se puede ignorar. Sin embargo, creo que se rescatarían muchos aspectos valiosos de esa sociedad. Habría más lectores; la gente conocería la historia, las teorías filosóficas, el arte, etc. El conocimiento contaría con una calidad inigualable.
Sin embargo, es ilusorio pensar que todo ese conocimiento llegara a través del internet sin que llegaran también todos los contenidos televisivos. Por otro lado, algo que me causa mucha inquietud es saber que yo, que cualquier persona en este mundo, puede tomar libremente esa decisión; ver menos la televisión y leer más. El problema es que pocos la toman.
Ya se ha hablado de dos repercusiones cognitivas o intelectuales; ahora nos fijaremos más en lo emocional. ¿Qué repercusión emocional ha tenido la televisión en la sociedad actual? Le ha quitado sensibilidad.
Es lógico que muchos de los estudios sobre la televisión estén dirigidos al público infantil. Los niños son los más propensos a usar indiscriminadamente este medio de comunicación.
¿Cómo es que la televisión le ha quitado sensibilidad a los niños? Exponiéndolos a escenas continuas de dolor, horror, sufrimiento, muerte, etc. Al verlo tan seguido y con tanta fuerza en la pantalla, el niño va asimilando esa información como repetitiva y común. Por mucho que los padres se esfuercen por educarlos en los valores positivos de la bondad, la paz y el amor, es muy difícil que compitan con toda la información que reciben con la televisión. Incluso las medidas cuantitativas son desproporcionadas. El niño promedio ve cuatro horas de televisión al día; ¿cuánto tiempo hablan los padres con sus hijos sobre el amor al día?
Gardner y Davis utilizan un modelo con cuatro esferas: la tecnología, que en este caso es lo que permite el desarrollo y el alcance de la televisión; la información que transmite dicho medio de comunicación y que conforma los contenidos que terminan influyendo en la sociedad; la psicología humana que recibe toda la información y la interpreta llegando a repercutir de cierta manera en la persona; y el medio de comunicación, la televisión, que es el medio de la tecnología por el que nos llega la información y toma lugar en nuestra psicología. Así es como se envuelve toda la realidad de la información transmitida por un medio de comunicación.
No, la televisión no es un monstruo. Es un medio de comunicación muy útil y que ha beneficiado considerablemente al desarrollo de nuestra sociedad, sobre todo económicamente. Sin embargo, es importante resaltar sus peligros para que vayamos tomando las decisiones pertinentes. Muy pocos son los que pueden vivir aislados de los medios de comunicación. El resto de la sociedad convive con ellos todos los días. Pero hay que aprender a convivir con ellos.
La televisión, utilizada con criterio e inteligencia, es un gran instrumento para el crecimiento personal y como sociedad; pero sin criterio ni inteligencia, puede convertirse un gran monstruo…
Fernando Barragán Acevedo
Estudiante de la licenciatura en Comunicación de la Universidad Anáhuac