Felipe de Jesús Elizondo Orihuela
¿“Echarle ganas” acaso significará pujar muy fuerte, para que las cosas, las tareas y los proyectos sean alcanzables? ¿o consistirá en apretar los dientes, en poner cara de estreñimiento y fijar la mirada en un punto fijo en el infinito, mientras hago lo que tenga que hacer?
Tú, querido lector, lectora, ¿qué sientes cuando alguien te sugiere “échale ganas”? ¿Qué piensas cuando algún otro te comenta “aquí, echándole ganas”, después de haberle saludado y preguntado cómo le ha ido?
Como Mexicano, estas expresiones pueden ser entendidas en un contexto muy simple: “hago lo que pienso o entiendo, que deba hacer (sin desfallecer, sin olvidar mis responsabilidades).
Sin embargo, si se requiere explicar esta mentalidad a alguien extraño a nuestra cultura, me quedo corto en el alcance de dicha explicación. Y es que en realidad, ahora que he reflexionado un poco más en la profundidad que puedan tener estas palabras tan comunes entre nosotros Mexicanos de cualquier nivel social, me percato que carecen de un sentido real. No proveen un parámetro práctico que me lleve (o a cualquier otro) a alcanzar una meta específica; y sí, me lleva a perder la directriz de objetivos personales, de grupo y de nación.
Tratando de provocar una reflexión mínima al respecto, frecuentemente comento a colegas y conocidos si me pueden explicar a mí, qué significado o alcance tiene la expresión. Las más de las veces, recibo una mirada de incredulidad, pero cuando ven que mi cuestionamiento es más serio, comienzan a intentar estructurar una idea que pueda acallar mi necia pregunta. Pero casi siempre, todos caen en el mismo agujero; no tiene ningún sentido real. Igual, casi siempre termino con la anuencia a un discurso que afortunadamente, suele ser escuchado hasta el final.
Retomo este tema, aprovechando el sentimiento común y generalizado del reciente desempeño de la selección de fútbol Mexicana en el torneo mundial de Brasil. Y porque considero que precisamente, este tema aporta elementos para el planteamiento que les presento.
Aunque parezca fatuo el ejemplo, me parece que viene al caso comparar dos partidos de nuestra selección, en los que se probó tanto la gloria como el purgatorio de la decepción. La gran mayoría recordará los sentimientos que afloraron inmediatamente después de los partidos que se disputaron contra Croacia y posteriormente, contra Holanda.
En el primero, no obstante que hubo cuando menos dos decisiones arbitrales incorrectas, incluido un penalti a nuestro favor por dos faltas flagrantes de los defensivos Croatas, el impacto en el resultado fue prácticamente nulo; incluso, contribuyó a crecer la satisfacción por el triunfo obtenido, a pesar de lo adverso de la contienda. Pero en contraste, en el partido que cortó el avance de nuestro equipo nacional en las siguientes etapas del torneo, una decisión incorrecta aparentemente definió el destino de la competencia. Medio país hoy tiene en la mente la justificación al fracaso: “no fue penal…”
Lastimero resultado cuando es evidente que la diferencia en gran medida se cifró en la estrategia defensiva del segundo partido, en lugar de la ofensiva y deseosa de triunfar del primero.
Por otro lado, al paso de sus propios partidos y de la final, Alemania nos dio al planeta entero, una pequeña lección de planeación, metodología y disciplina.
Entonces, insisto, “echarle ganas” no es suficiente. Para que contribuya al alcance de metas, requiere ser complementado con otros elementos esenciales para alcanzar el objetivo.
Esto aplica a todo lo equiparable a metas, sueños, objetivos, éxito, y lo que puedas tener en mente para tu futuro inmediato o de largo plazo.
Así, la fórmula se complementa con al menos, tres ingredientes insustituibles más (como si fuese receta culinaria):
Y después, si esta creación tuya se encuentra con una chispa de “suerte”, el mundo estará en tus manos.
Amiga, amigo, si siendo docente tienes diariamente la oportunidad de contribuir con la formación de colegas exitosos, aprovéchala y trasciende a tu tiempo. Haz tuya esta visión de triunfo, de satisfacción diaria, y con tu ejemplo, promueve entre tus colegas en ciernes, tus alumnos, ese deseo de alcanzar sus propios proyectos, sus éxitos constantes que hagan de sí, personas de provecho, para sus familias, para su comunidad, para su nación.
Después de todo, nosotros Mexicanos, estamos acostumbrados a “echarle ganas” todo el tiempo; solamente se requiere que a la fórmula le agreguemos unos cuantos ingredientes al alcance de nuestras manos (y de nuestras mentes).
Ahora sí, ¡echémosle ganas!
Felipe de Jesús Elizondo Orihuela
Socio Director de una Firma de Ajustadores de Seguros de Daños, ha participado en grupos de capacitación y círculo de conferencistas especializados en Seguros de Daños, con estudios de Maestría en el campo de los Seguros de Daños y el Ajuste de pérdidas para Seguros.
Pertenece a la Asociación Mexicana de Ajustadores de Seguros, AC (AMASAC).
Estimado Lic. Elizondo:
Entiendo que en México la expresión “echarle ganas”, significa de manera imprecisa “esforzarse en algo”, pero es cierto que para ser exitoso, ese esfuerzo debe responder a un objetivo y un plan de acción claros, lo cual falta con frecuencia en la actividad cotidiana de nuestros connacionales. Me encantaría leer la continuación de este artículo, en el que se expliquen en detalle esos tres ingredientes previos al “echarle ganas”, es decir, al empeño concreto en la tarea. Estoy segura de que podría brindar ejemplos muy claros de cómo se deben llevar a cabo.
Buen artículo, Felipe. Con la simplicidad que solo el tiempo
y la sabiduría, que por lo general se añejan juntas, son capaces de generar.