Joel Ortega Juárez
Tras 25 años de la creación del PRD, las “izquierdas” electorales están en crisis.
Quizá el mayor problema que tienen frente a sí mismas y ante sus simpatizantes es su propia identidad. Cada vez se lee y escucha más la frase “no existe la izquierda”. Curiosamente esta afirmación la suelen hacer personajes vinculados a los aparatos partidistas, sobre todo los del PRD. Figuras fundamentales de los núcleos dirigentes de ese partido, incluso quienes han sido diputados, senadores, presidentes municipales y hasta gobernadores se lamentan de la pérdida de identidad izquierdista del PRD y sus apéndices. Lo hacen como si fuesen ajenos a esa quiebra.
Nadie asume su responsabilidad en el proceso decadente que condujo a perder los rasgos de izquierda a ese partido, a pesar de que logró casi 16 millones de votos y un inmenso porcentaje.
Es una de esas paradojas de las que habla Porfirio Muñoz Ledo: justo en el momento de mayor fuerza electoral, las izquierdas electorales están sufriendo una crisis casi terminal.
El dato más dramático y contradictorio de esa quiebra es la salida de AMLO del PRD y la promoción de Morena. Independientemente de las simpatías o antipatías que se tengan por López Obrador, su ruptura va a dividir la fuerza electoral de las izquierdas en las elecciones de 2015. Por una parte Morena está obligado legalmente a postular candidatos a escala federal, es decir, va a haber dos candidatos o más de parte de las izquierdas en cada uno de los 300 distritos, lo mismo en las listas por circunscripción para la representación proporcional.
A escala local AMLO ha declarado que no hará ninguna alianza con el PRD, eso quiere decir que en Michoacán, por ejemplo, habrá candidatos del PRD y Morena a la gubernatura; lo mismo ocurrirá en cada una de las 16 delegaciones del DF.
Salvo que en Michoacán se colapsaran todos los partidos involucrados en su descomposición política, social y moral y surgiera Morena como opción de cambio genuino, beneficiándose de esa decadencia, podría vencer Morena con una candidatura como la de María de la Luz Núñez. Si no es así, la fragmentación puede desembocar una un escenario impredecible.
En el DF, el derrumbe de Mancera debido a su propia ineptitud y a su vocación policiaca para gobernar, y aumentado por el asunto de la Línea 12 del Metro, donde no se sabe quién tiró la primera piedra, puede desembocar en la derrota parcial del PRD en las elecciones de delegados y diputados locales. Un inusitado retorno del PRI en la ciudad emblemática de las izquierdas electorales, tras 21 años de gobiernos perredistas.
En medio de todo este escenario catastrófico, el PRD vive una lucha interna furiosa para renovar su dirección nacional. La corriente hegemónica de los chuchos, a la que algunos le confieren un perfil socialdemócrata, sacado quién sabe de dónde, se mantiene aferrada a controlar los aparatos del PRD y se niega a admitir la candidatura de unidad de Cuauhtémoc Cárdenas, reveladora por sí sola de su pobreza de liderazgos, ya no digamos nuevos, sino al menos no ancianos.
Lo peor es que la crisis de las “izquierdas” electorales afecta a sus 16 millones de electores y al resto del país.
Joel Ortega Juárez
Economista y pensador social