Joel Ortega Juárez
Llegó Félix mirando al futuro.
Casi la totalidad de los cambios que han definido el perfil de la UNAM han sido producto de movimientos universitarios y especialmente estudiantiles. Así fue con la conquista de su autonomía en 1929 y de la lucha en defensa de la libertad de cátedra en 1935. También en la huelga de 1966, que conquistó el denominado “pase automático” de las preparatorias de la UNAM a sus carreras de licenciatura, con lo que fortaleció su carácter masivo. Lo mismo se puede decir del movimiento de 1968, que defendió con gran energía y dignidad su autonomía bajo la conducción del rector Javier Barros Sierra. Después en 1986 se volvió a defender la gratuidad y se consiguió convocar al Congreso Universitario de 1990.
La UNAM está comenzando a vivir un proceso de reanimación del movimiento, tanto de sus estudiantes como de sus profesores. En el caso de los académicos, hace meses que han surgido protestas, reuniones y hasta paros como el de ayer en el CCH Sur.
No es poca cosa. Como se sabe, en 1980 los académicos agrupados en el Spaunam, Sindicato de Personal Académico de la UNAM, sufrimos una derrota.
Desde entonces los derechos de los académicos fueron sufriendo un deterioro creciente, sobre todo los de los profesores de asignatura y por contrato, quienes son la inmensa mayoría de los académicos de la UNAM. Tiene mucha lógica el descontento de los profesores, que no tienen estabilidad en su empleo y que cada semestre deben firmar o no su contrato, lo que los deja indefensos ante la arbitrariedad de las autoridades. Además sus salario base es ínfimo, los que tienen ingresos mayores son unos cuantos y éstos no forman parte del salario, por lo tanto no repercute en su jubilación. Todo ello ha conducido a una situación de precariedad laboral que lleva decenios y que tristemente se adelantó a los criterios neoliberales. Dicho sin rodeos: la UNAM ha sido un “modelo” de atropello de los derechos laborales de sus académicos desde hace varios decenios, por no decir que lo ha sido desde siempre.
A pesar de esa lamentable situación, las autoridades de la UNAM han conseguido manipular a mucha gente mediante una tramposa “campaña de imagen”. Ésta consiste en divulgar que la UNAM es una gran institución con mucho prestigio internacional y cualquier crítica que se le haga favorece a la “derecha”.
Con esa política las autoridades de la UNAM habían conseguido una desmovilización casi total de sus académicos y al mismo tiempo desprestigiar a los movimientos estudiantiles mediante la manipulación de las acciones sectarias e intransigentes ocurridas durante el movimiento en defensa de la gratuidad, de casi un año en el periodo de abril de 1999 a febrero de 2000. Casi lograron asociar a los movimientos estudiantiles con vandalismo, violencia e intolerancia fanática.
Es muy saludable lo ocurrido en las elecciones para consejero universitario estudiantil en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, donde triunfó una fórmula denominada Proyecto Autónomo Estudiantil. El movimiento puede y debe usar también esos espacios, rompiendo su aislamiento.
Estamos ante un probable renacimiento de la lucha reformadora en la UNAM, bienvenido.
Joel Ortega Juárez
Economista y pensador social