Joel Ortega Juárez
“El sello que imprime la burguesía nacional al proceso de desarrollo ideológico no es, entonces, sino el de su propio mito: ella no constituye una clase determinada, sino una revolución de todo el pueblo; su programa no es el de una parcialidad social, sino el programa del país entero que se expresa en la Constitución, y su “conciencia organizada” no es otra que el gobierno mismo”. Ensayo sobre un proletariado sin cabeza: José Revueltas
Cien años después algunos siguen poniendo como centro del debate la Constitución de 1917. Probablemente ésta sea una de las causas por las que los asistentes a las movilizaciones para defenderla sean integrados en su enorme mayoría por personas mayores de cuarenta años.
Aunque el texto de José Revueltas es un tanto rebuscado, me parece acertado al señalar cómo el mito de un “programa del país entero se expresa en la Constitución” y se ve así (durante decenios) por su “conciencia organizada”, que no es otra que el gobierno mismo.
Es precisamente ésta “ideología” la que dio origen a la ruptura de la Corriente Democrática con el PRI en 1987.
Por años cardenismo y lombardismo encabezaron esa visión del país y su historia. Su poderío fue y sigue siendo inmenso. Durante décadas el PCM mantuvo la misma ideología y también una buena parte del trotskismo y el maoísmo.
En el maoísmo mexicano se llegó a sostener que en México el general Cárdenas equivalía a Sun Yat-sen —el presidente que derrocó a la dinastía encabezada por el último emperador Pu Yi—, con el cual había que aliarse tal como lo hizo Mao en China, para realizar una gran alianza y a través de ella emprender la gran marcha al socialismo. Para eso había que aplicar la política de “dos caras”: estar dentro de los gobiernos priístas (como Rosario Robles ahora) y “organizar a las masas”.
La tesis que siguen defendiendo prácticamente todas las tribus del PRD y Morena, además de sus ideólogos (casi todos intelectuales orgánicos del gobierno, desde Díaz Ordaz hasta Salinas) es que el Estado surgido del Pacto Constitucional de 1917 tiene un poderoso contenido social y ha sido el que consiguió el Milagro Mexicano de crecimientos anuales de 8 por ciento del PIB y con eso impulsó el estado de bienestar. Todo iba bien hasta 1982, que se produjo el “golpe de Estado técnico”, cuando arribaron los neoliberales.
La conclusión es inevitable: hay que rescatar la Constitución de 1917 y derrotar a los neoliberales y sus reformas. Algunos lo dicen sin ambages: hay que volver al viejo PRI y sacar a los neopriístas de Peña Nieto.
Toda esta gran “teoría” tiene un pequeño “pero”. Los datos que esgrimen los estatistas-nacionalistas en cuanto al “bienestar” del modelo del priísmo “bueno” se produjeron en casi todo el mundo capitalista y específicamente en la región de Iberoamérica. Por cierto en casi todos los renglones: vivienda, educación, empleo, seguridad social e industrialización nos superan países como Costa Rica, Uruguay, Argentina y Brasil. Solamente México tiene una singularidad no menor: la reforma agraria.
Basta de seguir con ese disco rayado.
Joel Ortega Juárez
Economista y pensador social