Manuel_camacho
Deserciones

Afilar las garras al Puma

Joel Ortega Juárez


Constructores de derrotas sirven a Peña

Cuando Manuel Camacho puso su iPad para que se escuchara la voz del general Cárdenas en el Senado, se realizaba un chusco ritual.

El “cerco” y la demagogia de Bartlett tampoco sirvieron.

Peña Nieto aliado al PAN consiguió la aprobación en el Senado y en la Cámara de Diputados de su iniciativa de cambios a la Constitución en sus artículos 25, 27 y 28 para permitir a inversores privados nacionales y extranjeros la exploración y extracción del petróleo, además de otras medidas que implican un cambio sustancial a lo que surgió a partir de la expropiación a las compañías petroleras extranjeras en 1938.

Curiosamente Peña Nieto presentó su iniciativa pretendiendo cobijarse en el mismo general Cárdenas.

La “reforma energética” de Peña Nieto, aderezada por el PAN al establecer las “licencias”, forma parte de sus “reformas estructurales”, que corresponden, básicamente, al modelo neoliberal o del Consenso de Washington. Se aprueban en un momento en el que ese “modelo” está en crisis a escala mundial. No se puede considerar que es una apuesta al futuro, sino una opción que ya se aplicó en los últimos 30 años en el resto del planeta y finalmente ese “barco”, con todo y su gran calado, encalló.

En nuestro caso, las “privatizaciones” de toda la “era neoliberal” dejaron un pésimo sabor de boca. La contrarreforma agraria de Salinas en el 92 no pudo resolver la crisis agrícola, ni siquiera logró que se diera un fenómeno generalizado de “venta” de los ejidos y propiedad comunal a los capitalistas. La privatización de Telmex solo favoreció a Slim, la telefonía en México es una de las más caras del planeta y de mala calidad. La privatización de Ferrocarriles Nacionales fue un desastre. La privatización de la Banca acabó por convertirla  en extranjera casi en su totalidad. Toda la serie de privatizaciones ha derivado en un modelo que ha acentuado la desigualdad y profundizado la pobreza.

Para combatir el proyecto de Peña Nieto era necesario construir una opción social, económica y política acorde a las nuevas condiciones nacionales y mundiales, ésas no pueden ser aquellas que se implantaron hace 80 años, en momento político mundial y nacional radicalmente distinto al de ahora.

El gran desafío es construir esas nuevas opciones. No han surgido aún esas propuestas, pero hoy ya sabemos que tanto el estatismo (incluido el del “socialismo realmente existente” que se derrumbó hace casi 25 años) como el neoliberalismo no son modelos viables en ninguna parte del mundo y por lo tanto en México, aunque muchos crean que somos casi extra-planetarios.

La ideología del “nacionalismo revolucionario” ha sido una especie de narcótico, mediante el cual se sometió a los trabajadores y se les engañó por décadas. El resultado de ese proceso fue un capitalismo donde el Estado tuteló a una burguesía casi parasitaria, con una acumulación inmensa a costa de la corrupción y los subsidios, y en el otro extremo bajos salarios, una red social deficiente y un daño inmenso al atrapar a la sociedad en los aparatos corporativos.

Tras 25 años de una conducción política inspirada en el nacionalismo revolucionario, solo se han producido derrotas. Basta.

Joel Ortega Juárez
Economista y pensador social

Agregar comentario