Alfredo Villegas Ortega
No hay convivencia, ni orden, ni participación, si no se reflexionan los alcances de nuestros actos y la responsabilidad que conllevan. Toda educación cívica o ciudadana, debiera ser, siempre, profundamente ética.
Fui maestro de educación cívica algunos años en secundarias. Soy maestro de ética en la Normal Superior de México. Acompaño, en esta misma institución, en la que por cierto también estudié, a los alumnos en los dos últimos semestres de su formación como maestros de Formación Cívica y Ética. Participé en la implementación e interpretación de los programas a la realidad escolar de la nueva asignatura en 1999. En ese mismo año representé a México, en la Universidad de Pepperdine, en los Estados Unidos, en un curso taller en el que se ventilaron los horizontes y posibilidades de la educación cívica en el, entonces, umbral del siglo XX. Se puede decir que he recorrido algunas veredas de la educación cívica. Creo firmemente en ésta como promotora de una nueva cultura ciudadana que nos coloque en otra posición muy distinta a la que lamentablemente tenemos actualmente como país. No obstante, cada vez me convenzo más de la insuficiencia de la labor educativa, por sí sola, si de cambiar el curso del país se trata.
Para arribar a una cultura ciudadana se requiere vivir en un mundo realmente democrático. ¿El huevo o la gallina? ¿Qué va primero? En este caso es difícil decirlo. ¿Cómo formar ciudadanos en un país donde la democracia es el no lugar? ¿Qué tipo de fortalezas habría que darles a los jóvenes para que no se desencanten y choquen de frente contra una realidad cerrada, injusta, facciosa? ¿Cómo transitar de esa educación cívica, promotora del discurso, la negociación, el diálogo, la propuesta y la participación, al mundo de la política real donde la democracia ha sido usurpada por grupos que pactan, transan, imponen, cancelan las vías del diálogo y dictaminan el mundo que a ellos les conviene?
¿Formar ciudadanos para arribar a la democracia deseada o instauración de la democracia para el cabal desempeño ciudadano? ¿La lucha se da en las aulas o en las plazas? ¿En las urnas o en las clases? En ambas. A la par. Así, mientras la tarea educativa se lleva a cabo, se requiere fortalecer la deteriorada democracia, todos los días en la prensa, en la calle, en los comités de lucha, en los sindicatos, en la familia.
Dadas las características y perfil de esta revista, pensemos un poco en la construcción de una educación ciudadana en las escuelas. Lo primero que tendríamos que pensar es si las escuelas, su misión, su visión, sus personajes, sus reglamentos, disposiciones y cultura que la hacen ser lo que es: escuela, son idóneas; es decir, si favorecen o inhiben la participación democrática, la formación ciudadana. La primera respuesta que viene a mi mente es: no. El escenario, pues, es complicado. ¿Cómo hacerle para que las buenas intenciones de ciertos maestros no se pierdan en ese laberinto, a veces, más castrante que edificante? ¿Cómo rescatar los buenos contenidos programáticos —que sí los hay— para promover esa nueva cultura ciudadana que requerimos como oxígeno para no morir de inacción, de pasividad, de abulia? La tarea no es fácil, pero, justo por ello, es fascinante y una obligación emprenderla.
No quisiera hacer una repetición de lo que he dicho en otros escritos y foros, por lo que seré, en esta ocasión, lo más esquemático posible.
Las claves de una buena educación cívica:
La lista es tan larga como se quiera. Los ítems tan vastos y profundos como se precise. No es la idea ahora. Por otra parte, de la misma manera esquemática, muestro las trabas y resistencias que inhiben el escenario anteriormente señalado.
El camino como dice aquella clásica canción, es largo y sinuoso. Las batallas para transformar nuestra nación en un país democrático se dan en muchas trincheras, como maestros, hagamos lo que nos corresponde, educando, en el sentido amplio de la palabra dejando de lado las tentaciones del orden militar así como su contraparte: la negligencia pues generan espacios escolares en los que es difícil encontrar el sentido de la educación.
Espero, en otra ocasión, desarrollar esta mínima muestra, pues en cada una de los enunciados hay un terreno amplio para disertar.
Alfredo Villegas Ortega
Maestro en Educación por la Universidad Pedagógica Nacional y Académico de la Escuela Normal Superior de México.