Gabriela Sadurni Dacri
César apaga la radio después de escuchar que menos del 40 % de la población salió a emitir su voto. ¿Quién “ganamos”? Se pregunta al aire y comienza a consultar el periódico en internet antes de ir a una junta escolar.
Se detiene en una nota “Elecciones fallidas y oposición democrática” firmada por John M. Ackerman:
“Lo verdaderamente importante para el avance de la democracia no es la supuesta efectividad tecnocrática gubernamental o el cumplimiento de compromisos vacíos, sino la fortaleza de la oposición política.”
¿Cuál será la fortaleza de la oposición política en México?; O mejor: ¿cuál es la oposición en México? Se vuelve a preguntar y para no entrar en colapso emocional (como le ha dicho su novia), decide cambiarse al Facebook. La evasión para muchos es la respuesta. Sin embargo, ahí también se encuentra a las elecciones donde ya, abiertamente, muchos comentarios hablan de la presencia de Organizaciones Delictivas en los procesos electorales y dan testimonios…
Antes de escuchar los testimonios, César decide entrar en un proceso diferente de reflexión esta mañana. Son años ya que sigue con interés, algunas veces con entusiasmo y esperanza, y otras con escepticismo, los procesos electorales de su país, y siempre queda desilusionado, desesperanzado, incluso cuando vence “su” “candidato. Decide preguntarse por qué, e inmediatamente se da cuenta de que hace tiempo las instituciones llevan a cabo el teatro de las elecciones, o circo se le puede llamar también, por las diversas pistas que se encienden y apagan sucesivamente dándole variedad al espectáculo y manteniendo ocupado y distraído al público.
Cierra la puerta de su casa, mira el reloj. Ese circo tan entretenido, es presentado a los asistentes como la antesala de la democracia, como el requisito indispensable a cumplir para contar con un “país democrático”. Ackerman dice ahora que lo que cuenta es la fortaleza de la oposición política. Esto lleva al pobre César a preguntarse por la oposición política de su país, por la efectividad de los partidos, por el compromiso que han mostrado ahora que ya han gobernado en diferentes lugares y niveles, y no le parece que la oposición haya jugado un buen papel en absoluto. Duda incluso que sean una verdadera oposición, que sean una opción para entregar su voto la próxima vez que le sea requerido. Mientras circula por la calle, mira a los cientos, los miles de personas que viven en esa megalópolis, que se ganan la vida, -y se la juegan también, tratando de llegar a sus trabajos. Concluye que ninguno de esos “representantes políticos” realmente representa a los hombres y mujeres que lo rodean, mucho menos a él, que cada día se identifica menos con ellos y sus falacias.
¿Qué sucede entonces con la democracia? ¿Qué es en realidad eso que llaman democracia? Se pregunta ante la luz roja de un semáforo. Si los que supuestamente nos representan, porque supuestamente los elegimos para ello, en realidad no nos representan y en el fondo ni se preocupan verdaderamente por nosotros, ni saben quiénes somos ni qué problemas tenemos, ¿Qué juego es este de la democracia?
¿Qué juego tan grande y costoso estamos jugando? ¿Cuánto le cuesta al país en términos de dinero? ¿Cuánto en términos de tiempo? ¿Cuánto en otros tantos sentidos? Y ante la palabra tiempo se suceden una serie de preguntas más. Se puso el verde. Hay que avanzar con cuidado porque nunca se sabe quién pueda pasarse.
El tiempo de los spots televisivos. El tiempo en años de pobreza. El tiempo en meses de campañas insulsas. El tiempo en semanas de trabajo de los voluntarios del Instituto Federal Electoral. El tiempo en días de activismo. El tiempo en horas de lectura de tanta propaganda impresa. Las horas para pegar carteles, pintar bardas, repartir folletos. Los largos años que tardan los árboles en crecer antes de que los derriben para transformarlos en boletines, cartelones, discursos, credenciales, padrones, listas nominales, boletas electorales. Se detiene frente al parque de su infancia, a César le gustaba trepar árboles. Los ve muy desmejorados, ahora que lo piensa.
¿Cómo ha podido suceder? ¿En qué momento se dejó atrapar por la campaña mediática orquestada por todos? Por los partidos, por todos los medios escritos, electrónicos y cibernéticos, por todas las instancias de gobierno, por todas las instituciones educativas, por tantos de sus vecinos, por muchos de sus más queridos amigos, por incontables miembros de su familia, para hacerle creer que en la “democracia electoral” estaba la solución a los problemas.
Se detiene y decide seguir a pie por el parque. Por el mismo camino que lo llevaba a su escuela, la misma escuela donde este año inscribió a su hijo al primer grado de educación primaria. En el parque, ahora hay latas de refresco, envolturas de papitas, botellas de pet, kleenex sucios… ¿Hace cuántos años que no atravesaba el parque? El colapso emocional que le preocupa tanto a su novia cuando lo oye hablar, está compuesto por todos estos elementos, no solamente por los resultados de las elecciones de ayer.
La basura que tiene que tolerar todos los días, cuando se enfrenta a los medios de comunicación, y también la de la calle y los parques, la de las conversaciones sobre la política, la última dieta fallida de la secretaria, la enésima vez que pierde su equipo de futbol, la paranoia de su jefe…Para qué seguir con la lista si allí va su hijo de la mano de su madre camino de la escuela. Va lleno de entusiasmo hablando quien sabe de qué cosa emocionante con ella, mueve las manos, describe, imagina.
César levanta la vista un poco más y nota una pareja de apurados gorriones alimentando a tres o cuatro críos en un nido sobre su cabeza. Más allá en la calle se están amontonando los coches en segunda y tercera fila, todos de prisa, queriendo ser los primeros en dejar a sus niños. Cada niño vestido, peinado, los zapatos boleados, las agujetas amarradas, con su mochila y su lonchera, quizá hasta con la tarea hecha y revisada. En la puerta don Félix los saluda a todos con esa sonrisa eterna.
Don Félix no sabe leer. Lo más lejos que llegó fue a ser portero de la escuela. No sabe de las elecciones, o quizá algo oyó. Cuida de todos y cada uno de los niños como si fueran suyos, —son suyos: que no corran, que no se salgan si no han llegado por ellos, que no se crucen solos, que no se peleen. La directora con el megáfono ya empieza a dar órdenes. Todos se apresuran. El parque se va quedando sin voces infantiles y se alcanzan a oír los pájaros de nuevo. A lo lejos los claxonazos se van apagando, corren los últimos retrasados para colarse por la puerta que se cierra lentamente.
César llegará tarde a la reunión. No puede levantarse de la banca donde se instaló para pensar. César quiere mucho a su país, siempre lo ha querido, y se da cuenta de que no sabe qué es eso a lo que quiere tanto. Su país es pobre, corrupto, ineficiente, violento, no cabe duda, lo saben todos. Y esta mañana César, sin la radio y sin la tele, presenció la fortaleza de su país en cada uno se esos seres, que sin importar si hay o no democracia, si perdió éste o ganó aquel, se levantan día con día y hacen bien lo que les corresponde: el desayuno, llevar a los niños, abrir la puerta a las 7:30, vender tamales, repartir periódicos, dirigir el tránsito, sin salir nunca en las noticias, sin que los medios los presenten ni los reconozcan. Son ellos la noticia de hoy para Cesar, son la mayoría apabullante que sí existe en su país, y que él desde que entró a la primaria, cuando llegó a esa inmensa ciudad, no había notado.
Gabriela Sadurni Dacri
Profesora de Carrera en el CEI-Acatlán de la UNAM
Esperanzador final alternativo para las reflexiones desencantadas del maestro César en el “timbre de las ocho”. Concuerdo con esta visión: la educación ciudadana se nota en el quehacer cotidiano de la gente: puede haber apatía para concurrir a las urnas, pero no para mantener a flote a este país con el trabajo honesto de sus pobladores. A pesar de la corrupción política, la pobreza y la violencia, prevalece la bondad de madres y padres que se esfuerzan cada día por criar a sus hijos como personas de bien y, así, mantienen la esperanza de construir un México mejor.